Para ser pediatra se requiere más que privilegio y profesión;
es más que atracción, más que divina y reveladora vocación;
es más que trabajo, labor y acción; es devoción y elección,
es formación y lograr de lo secular verdadera transformación.
Ser pediatra exige actuar con compasión y responsabilidad;
es habilidad, destreza y talento a favor del niño y lo sagrado;
es ejercicio de ciencia, consciencia, serenidad y humanidad;
es crecer junto a otros en hogar y comunidad con agrado.
Ser pediatra es un acto de esmerado respeto y de amor;
es ver en debilidades, deficiencias y defectos un potencial;
es vencer obstáculos para crecer y desarrollar sin temor;
es emancipación, es tener consciencia ecológica y social.
Pediatra es más que ser médico, técnico o científico formal;
tener madurez espiritual y como humanos, darnos la mano,
ver lo habitual y lo natural, así como lo patológico y lo normal,
tener inocencia, ingenuidad e inteligencia como ser humano.