Soy la onda, la unidad, la divinidad y la fuente,
soy el que soy, el niño, adquiriendo humanidad.
Lo que es percibido por el corazón clarividente,
sin magnitud, sin ser tangible y con eternidad.
Soy fruto del placer, de la felicidad y del amor.
Se une la onda a la partícula, como organismo
adquirido en el monasterio materno, sin temor,
con cuidado, con protección y gran optimismo.
Siento la vitalidad que es música y es melodía,
construyéndose con una perfección prodigiosa,
con caridad, con fe y con esperanza desmedida,
para que la humanidad haga proeza grandiosa.
Mente sensible, ego cooperador, ego espiritual,
racionalidad de libre albedrío y libre pensador.
Género, sexualidad, espacio, tiempo, lo cultural,
todo se reúne para el peregrinar con esplendor.