Desde la unidad y sin ego tengo la plenitud,
disfruto de la alegría, la dicha y la inteligencia.
En ausencia de los opuestos soy la pulcritud
y con la sabiduría de niño veo la evidencia.

Como humano racional percibo la realidad,
que desde la sociedad se inicia con placer
y cuando no es suficiente, lo es la felicidad
perseguida a toda costa pudiendo perecer.

Las carencias dan dolor y dan sufrimiento
por estar a lo banal y perecedero aferrado,
traduciendo el vacío que da remordimiento,
extraviado del camino, confundido y aterrado.

Y fluyo desde la serenidad y del entusiasmo;
desde la comodidad vivo en franca dualidad,
desde la ansiedad, el duelo y no me calmo,
y desde la depresión, la agonía y la fatalidad.

La unidad

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