Nueve meses calendario, diez meses lunares,
cuarenta semanas, doscientos ochenta días,
momentos intensos y extensos; espectaculares ,
sagrados, solemnes, naturales y dignos de alegorías.

Soy niño y eso es la máxima expresión de espiritualidad,
el mar amniótico es mi paraíso de dicha, sin tiempo y cultura,
todos deben comprender que soy reserva de la humanidad,
y respetar y hacer reverencia a la esencia que es criatura.

Me toca nacer, ver la luminosidad, sin perder grandiosidad,
para mi madre el parto sin obstáculos que complementa mi viaje,
la adaptación es un propósito y la disipación oportunidad,
debo rescatar lo mejor de la cultura, para que mi espíritu no baje.

La diferencia de temperatura puede sin mesura alterar mi llegada
ten claro esta condición que refleja metabólica adaptación,
haz que continúe en intimidad con mamá en un piel a piel contactada,
cubre mi espalda con tus manos y mi cabeza con gorro que evita irradiación.

Todo es sucesivo, simultáneo y mezclado para la autonomía,
Ventilación y circulación tomarán su indispensable dirección
se cierran conexiones vasculares que en útero eran anatomía,
vía aérea y pulmón tienen que cambiar líquido por aire con precisión.

Observa el comportamiento del cordón umbilical antes de cortar,
este me da seguridad hasta que por mi cuenta pueda ventilar,
y la circulación sanguínea se pueda asociar y así oxigenar,
y anhídrido carbónico logre sin esfuerzo de mi organismo eliminar.

Son quince minutos decisivos que con inteligencia soy asistido,
para ingresar al mundo de humanos y dar a mis padres satisfacción,
en el periodo denominado partunato y de transición desde un paraíso vivido
que expresa vitalidad y viabilidad con delicadeza, precaución y previsión.

Dr. Bosco Alcivar Dueñas, Md.
Pediatría Integral.
Guayaquil 15 de junio 2014

DULCE ESPERA