Aprendí que el silencio es más importante que las palabras,
que el escuchar con atención permite siempre ganar-ganar,
que la mirada permite la conexión y elimina muchas trabas,
que la sonrisa nos acoge e invita a sentirse alegre sin parar.
Aprendí que lo más hermoso de la voz es la diáfana melodía,
que un abrazo une corazones y no sólo es contacto corporal,
que beso no pedido es un regalo que da claridad con armonía,
que una mano que sostiene es ayuda y apoyo incondicional.
Aprendí que el cuerpo no miente y manifiesta hechos totales,
que tiene su estructura que invoca a la gratitud con lo mineral,
que su organización nos hace presente a los seres vegetales,
que alma y espíritu recuerdan a los animales y lo trascendental.
Aprendí si, todo esto aprendí de los niños que son seres puros,
que requieren trasmitir serenidad y adquirir ejemplar humanidad,
que con su inteligencia, inocencia e ingenuidad, no hay apuros,
que son la reserva, que al ser identificada, eliminarán la calamidad.