La palabra hablada está precedida por una pulsión, un instinto, una
emoción, un pensamiento, un sentimiento o una inspiración que,
desde la inteligencia, puede superar a la razón.
Debe articularse correctamente y acompañarse de la mirada, la
fisonomía y la expresión corporal, ya que estas revelan emociones
o motivaciones que deben sentirse tanto como el contenido de lo
que se dice.
Es importante recordar que el receptor no es pasivo. Para aceptar
o rechazar lo que se dice, utiliza uno o varios canales sensoriales,
gestionando los «ruidos» mentales y los recuerdos que puedan
interferir en su percepción.
Además, el receptor está inmerso en un contexto particular,
influenciado por su ambiente, su cultura, su pasado, su futuro, o
incluso su capacidad para estar presente en el «aquí y ahora».
Todo esto afecta su habilidad para decodificar el mensaje
transmitido por el emisor.
Para asegurarse de que el mensaje ha sido correctamente
comprendido, es indispensable la retroalimentación, pues solo así
se puede confirmar si lo que se entendió es lo que realmente se
quiso decir.
Es fundamental recordar que la palabra impecable debe surgir
desde el amor, el respeto y la intención de servir. Sin embargo,
incluso la mejor palabra puede ser superada por el valor del
silencio y la capacidad de escuchar.
Dr. Bosco Alcívar Dueñas. Md.
Pediatría Integral
Guayaquil 15 de septiembre 2.024.